Los animales, sean estos salvajes o domesticados, conforman un todo indisoluble y totalmente necesario para con el planeta y los seres humanos.
El hombre, en su afán por conquistarlo todo, ha causado enormes estragos en la naturaleza. Con sus máquinas han arrasado bosques enteros y, como nefasta consecuencia de dicha acción, han llevado a la extinción total de numerosas especies animales.
Muchas han sido las víctimas de la insaciable codicia humana, aun desde el momento mismo en que este último descendió de los árboles para caminar en dos patas a través de las llanuras africanas y, poco tiempo más tarde, hacia el resto de los continentes.
Aun así, los animales, nuestros hermanos en esa enorme nave espacial que es la Tierra, han sabido a pervivir a las oscura elucubraciones de quienes se llaman a sí mismos Homo sapiens. Su gran capacidad de adaptación los ha transformados en duros rivales y también en grandes amigos de esas perversas criaturas nacidas hace apenas un par de millones de años.
Todo esto tuvo su consecuencia para ellos… y también para nosotros.
Una de ellas es sin duda alguna la pésima costumbre que todos tenemos de humanizar a los animales, como si eso fuera un gran logro o un mérito digno de ser tomado en cuenta. Muchas veces pienso que esa línea de pensamiento quizá sea una suerte de estrategia defensiva creada por los mismos animales, una manera de poder vivir entre nosotros sin pagar las consecuencias de su supuesto salvajismo.
En lo que se refiere al arte y la ilustración, tema que tratamos en este blog, muchos artistas han logrado plasmar de una u otra forma esa suerte de simbiosis empática existente entre los seres humanos y el resto de las criaturas que pueblan el planeta.
Dentro del terreno de la pintura surrealista que retrata esta singular relación tenemos a un pintor que, desde el primer momento en que vi uno de sus trabajos, me impactó enormemente debido a la manifiesta calidad e imaginación que se hallaba presente en los mismos.
Michael Sowa (1945) es un destacado artista alemán que estudió en el Berlin State School of Fine Arts y, antes de dedicarse de modo full time a su carrera como pintor e ilustrador, trabajó como profesor de arte.
En 1996 publicó un libro con sus trabajos llamado Sowa´s Ark: An Enchanted Bestiary, en el cual nos es mostrado 50 pinturas en las cuales Sowa desarrolló un extraño universo en el cual los animales son humanizados, demonizados, aburguesados, sobredimensionados o minimizados con el fin de formar parte del mundo humano que parece aceptarlos e incluso quererlos a pesar de sus rarezas manifiestas.
Detrás de esas imágenes que aparentan una inocencia casi infantil e irreal -habitadas por osos, perros, gatos, cerdos, patos, conejos, arañas, leones, tiburones, flamencos, jirafas, algunas criaturas de naturaleza poco definida y, por supuesto, seres humanos- se esconde un submundo oscuro y siniestro en donde el hombre y los animales se amalgaman de una manera que parece casi enfermiza, en una suerte de representación simbólica de la bestia que aun habita dentro de todos nosotros, un detalle visual que no pasa desapercibido al ojo atento que se acerca a su obra.
Muchos de los trabajos de Michael Sowa tuvieron la oportunidad de ser apreciados en otras publicaciones como Eserhazy, The Rabbit Prince, escrito por Irene Dische y Hans M. Enzensberger, A Bear Called Sunday y The Little King December. También trabajó para el magazine alemán Titanic y realizó portadas para The New Yorker.
Su talento también puede ser apreciado films como Amelie (2001) y Wallace & Gromit: The Curse of the Were-Rabbit (2005).
El hombre, en su afán por conquistarlo todo, ha causado enormes estragos en la naturaleza. Con sus máquinas han arrasado bosques enteros y, como nefasta consecuencia de dicha acción, han llevado a la extinción total de numerosas especies animales.
Muchas han sido las víctimas de la insaciable codicia humana, aun desde el momento mismo en que este último descendió de los árboles para caminar en dos patas a través de las llanuras africanas y, poco tiempo más tarde, hacia el resto de los continentes.
Aun así, los animales, nuestros hermanos en esa enorme nave espacial que es la Tierra, han sabido a pervivir a las oscura elucubraciones de quienes se llaman a sí mismos Homo sapiens. Su gran capacidad de adaptación los ha transformados en duros rivales y también en grandes amigos de esas perversas criaturas nacidas hace apenas un par de millones de años.
Todo esto tuvo su consecuencia para ellos… y también para nosotros.
Una de ellas es sin duda alguna la pésima costumbre que todos tenemos de humanizar a los animales, como si eso fuera un gran logro o un mérito digno de ser tomado en cuenta. Muchas veces pienso que esa línea de pensamiento quizá sea una suerte de estrategia defensiva creada por los mismos animales, una manera de poder vivir entre nosotros sin pagar las consecuencias de su supuesto salvajismo.
En lo que se refiere al arte y la ilustración, tema que tratamos en este blog, muchos artistas han logrado plasmar de una u otra forma esa suerte de simbiosis empática existente entre los seres humanos y el resto de las criaturas que pueblan el planeta.
Dentro del terreno de la pintura surrealista que retrata esta singular relación tenemos a un pintor que, desde el primer momento en que vi uno de sus trabajos, me impactó enormemente debido a la manifiesta calidad e imaginación que se hallaba presente en los mismos.
Michael Sowa (1945) es un destacado artista alemán que estudió en el Berlin State School of Fine Arts y, antes de dedicarse de modo full time a su carrera como pintor e ilustrador, trabajó como profesor de arte.
En 1996 publicó un libro con sus trabajos llamado Sowa´s Ark: An Enchanted Bestiary, en el cual nos es mostrado 50 pinturas en las cuales Sowa desarrolló un extraño universo en el cual los animales son humanizados, demonizados, aburguesados, sobredimensionados o minimizados con el fin de formar parte del mundo humano que parece aceptarlos e incluso quererlos a pesar de sus rarezas manifiestas.
Detrás de esas imágenes que aparentan una inocencia casi infantil e irreal -habitadas por osos, perros, gatos, cerdos, patos, conejos, arañas, leones, tiburones, flamencos, jirafas, algunas criaturas de naturaleza poco definida y, por supuesto, seres humanos- se esconde un submundo oscuro y siniestro en donde el hombre y los animales se amalgaman de una manera que parece casi enfermiza, en una suerte de representación simbólica de la bestia que aun habita dentro de todos nosotros, un detalle visual que no pasa desapercibido al ojo atento que se acerca a su obra.
Muchos de los trabajos de Michael Sowa tuvieron la oportunidad de ser apreciados en otras publicaciones como Eserhazy, The Rabbit Prince, escrito por Irene Dische y Hans M. Enzensberger, A Bear Called Sunday y The Little King December. También trabajó para el magazine alemán Titanic y realizó portadas para The New Yorker.
Su talento también puede ser apreciado films como Amelie (2001) y Wallace & Gromit: The Curse of the Were-Rabbit (2005).
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